¡Quema tus miedos!: La hoguera que resucita sueños

La noche de San Juan es mucho más que petardos y coca (postre típico catalan). Es una de las fiestas más celebradas y simbólicas de Cataluña, la tierra donde vivo y amo. Arraigada en rituales paganos del solsticio de verano, esta noche marca el triunfo de la luz sobre la oscuridad, la renovación y la purificación por el fuego. A la orilla del mar o en las calles de los barrios, las hogueras queman lo viejo y hacen sitio a lo nuevo: malos pensamientos, recuerdos dolorosos, frustraciones, miedos… todo se transforma en ceniza y se eleva al cielo, dejando paso a la esperanza, a la llama de los deseos que aún no nos hemos atrevido a encender.

TEMA SEMANAL ABIERTO

SANTI CULLELL

6/21/20254 min read

¡Quema tus miedos!: La hoguera que resucita sueños

La noche de San Juan es mucho más que petardos y coca (postre típico catalan). Es una de las fiestas más celebradas y simbólicas de Cataluña, la tierra donde vivo y amo. Arraigada en rituales paganos del solsticio de verano, esta noche marca el triunfo de la luz sobre la oscuridad, la renovación y la purificación por el fuego. A la orilla del mar o en las calles de los barrios, las hogueras queman lo viejo y hacen sitio a lo nuevo: malos pensamientos, recuerdos dolorosos, frustraciones, miedos… todo se transforma en ceniza y se eleva al cielo, dejando paso a la esperanza, a la llama de los deseos que aún no nos hemos atrevido a encender.

El cielo se incendia con pinceladas de colores que los cohetes regalan al firmamento, mientras los petardos retumban como tambores —o como corazones— marcando el pulso colectivo. Miles de hogueras repartidas por todo el territorio iluminan las almas de las personas. Vista desde el aire —me confesó una vez un piloto que aterriza cada madrugada del 23 al 24 de junio en El Prat— la costa catalana se convierte en un tapiz incandescente indescriptible, un festival de luces que late al compás del Mediterráneo.

Por eso hoy quiero hablarte de sueños, de aquellos que no estallan como cohetes pero que viven dentro de ti, calladitos, esperando una chispa.

Hay fuegos que estallan en el cielo como si quisieran tocar las estrellas. Otros arden por dentro, en silencio, como velas que nadie enciende nunca.

Cada día, miles de personas entran en el trabajo con el deseo secreto de que alguien las reconozca, de que alguien las mire y diga: «Veo lo que haces. Tiene sentido. Gracias». Pero lo que encuentran a menudo son objetivos deshumanizados, KPI que no abrazan, indicadores que no escuchan. Y para adaptarse, se imponen una autoexigencia feroz, como si tuvieran que demostrar cada día que merecen existir. Sin descanso. Sin perdón.

Y en este combate constante por estar a la altura, muchos guardan en un cajón sus sueños reales, aquellos que brillaban antes de que el trabajo fuera trabajo, antes de que la eficiencia matara la intuición. Sueños que no explotan como petardos, porque nadie se ha atrevido a encender la mecha.

Pero llega la noche de San Juan. La noche del fuego. La noche de las hogueras. Y este año, una de esas almas cansadas decide hacerlo. Y enciende.

El cuento de: “La libreta en llamas: el despertar de Aina”

Dicen que cada verbena, en una pequeña playa de la Costa Brava, aparece alguien con una libreta llena de sueños no dichos. Son sueños que nunca vieron la luz, no por falta de talento, sino por exceso de prudencia.

Aina tenía 48 años y un buen puesto de trabajo. Directivo. Sillas de cuero, powerpoints con gráficos, reuniones donde nadie decía nada pero todos opinaban. Un día, mientras revisaba los objetivos trimestrales, sintió que le temblaba una mano. No de miedo. De tristeza. Aquella niña que había soñado diseñar libros para niños, la que pasaba horas dibujando sonrisas y cuentos bajo los manteles... aún estaba allí. Pero la había ahogado bajo un mar de correos electrónicos y exigencias de resultados.

Decidió que la noche de San Juan iría sola a la playa. Llegó con una bolsa vieja, una libreta polvorienta y una caja de cerillas.

Había escrito decenas de cuentos. Historias sencillas. De esas que hacen sonreír y que solo un corazón cansado podría haber escrito. Abrió la libreta. Y en vez de leerlos... empezó a quemarlos. Uno a uno. No para destruirlos. Sino para liberarlos.

Los papeles volaban entre chispas, como si por fin encontrasen su final digno: ser luz.

Una pareja mayor que pasaba por allí se detuvo. Miraron el fuego, preguntaron si podían añadir algo. Él lanzó una carta nunca enviada. Ella, un poema escrito en una servilleta. Al cabo de un rato, una docena de desconocidos quemaban partes de sí mismos en aquel fuego. No estaban tristes. Sonreían.

Era como si por fin, los sueños no dichos hubieran encontrado voz. Y las almas, aire.

A la mañana siguiente, cuando Aina volvió a casa, notó un calor nuevo en el pecho. No era nostalgia. Era hambre. Hambre de empezar. Se sentó ante el ordenador, y sin pensarlo, escribió un cuento nuevo. El primero de una libreta nueva. El primero de una nueva etapa. Y ese cuento acabó siendo publicado en una revista infantil. Y después en una recopilación. Y después... en una escuela.

Los sueños que había quemado no habían muerto. Habían resurgido. Como el ave Fénix. De sus cenizas, nació una versión más libre, más valiente, más auténtica de ella misma.

Epílogo

No todos los sueños están hechos para triunfar. Pero todos merecen ser escuchados. Y sobre todo, no ser encerrados en un cajón mientras nos rompemos la espalda intentando encajarnos en expectativas que no son nuestras.

Esta verbena, quizá no haga falta que enciendas una hoguera literal. Pero te propongo otra cosa: quema un miedo. Un hábito. Un «no puedo». Un «ya es tarde». Un «¿y si hago el ridículo?». Y con las cenizas, escribe algo nuevo. Pequeño, imperfecto. Pero tuyo.

Porque quizá este año no veas tu sueño publicado, ni en la portada de un informe. Pero si lo dejas salir, si le das fuego, quizá encienda otros corazones.

Y eso, amigo mío, es el mejor petardo del mundo.

Con cariño y esperanza,

SANTI CULLELL CONDAL

de “Un Mundo para Dummies”

Un mundo por aprender. Un mundo por descubrir.

Un mundo que, aunque tiemble… sigue y seguirá girando.