Espacio muestra, restringido, acceso con autorización previa
¿Cambio de hora o apocalipsis? Mi jetlag, tu linterna y el kit de emergencia europeo.
No sé cómo será en tu caso, pero yo odio profundamente el cambio al horario de verano. No es que me moleste dormir una hora menos. Es que me descompone por completo. Me desajusta por dentro como si hubiera cruzado el Atlántico sin moverme del sofá. Sufro lo que algunos llaman "jetlag social": ese desfase horario artificial, impuesto por decreto, que convierte mis rutinas en piezas de un puzle que ya no encajan.
TEMA SEMANAL ABIERTO
SANTI CULLELL
3/31/20253 min read


Este fin de semana, mientras el mundo adelantaba alegremente su reloj para “aprovechar mejor la luz del sol” (una frase que suena a slogan de yogur eco), yo entraba en barrena. Mi cuerpo se rebela. El apetito se esfuma. Me levanto sin saber dónde estoy. Me acuesto sin tener sueño. Me convierto por unos días en ese tipo insoportable que bosteza en reuniones, olvida nombres y pulsa "posponer" seis veces al despertador.
Y lo peor es que nadie parece tomarse esto en serio. Como si fuera una pequeña molestia, algo menor, casi anecdótico. Pero no lo es. El ritmo circadiano —ese reloj interno que regula nuestro sueño, el hambre, la temperatura corporal, y hasta el estado de ánimo— no se cambia de un día para otro como si fuera la batería de un móvil. Nos toma tiempo, energía y paciencia.
Como dijo Matthew Walker, neurocientífico y autor del libro Por qué dormimos: “Cuando dormimos mal, nuestro cuerpo y nuestra mente pagan un precio mucho más alto de lo que imaginamos.”
Y mientras yo lidiaba con esta especie de resaca sin fiesta, va la Comisión Europea y suelta esta joyita: todos los ciudadanos deberíamos tener en casa un kit de supervivencia. Así, sin anestesia. Una linterna, una radio de pilas, agua potable para varios días, comida enlatada, medicamentos, una manta térmica, ¿una navaja suiza? Si hasta una navaja suiza a lo MacGyver ... ¿Hola? ¿Estamos bien?
Al principio me reí. Luego lo pensé bien... y me reí aún más. Porque, claro, yo no puedo ni con el cambio de hora, ¿cómo voy a poder con un apagón continental?
La noticia venía envuelta en un manto de racionalidad: posibles emergencias, dependencia energética, seguridad ciudadana… Todo muy serio, muy tecnocrático. Pero no pude evitar imaginar a millones de europeos revolviendo sus trasteros en busca de pilas de repuesto mientras luchan, como yo, con su mini jetlag primaveral. Porque esto no es solo una medida de prevención. Es una metáfora perfecta de cómo intentamos controlar lo incontrolable.
Vivimos tiempos de hiperprevención, de tutoriales infinitos sobre cómo sobrevivir a todo —menos a nosotros mismos—. Sabemos hacer fuego con una "piedra y un corta-uñas", pero no sabemos cómo lidiar con un lunes en que tu cuerpo te dice que son las 6 y el reloj marca las 7. Estamos preparados para la guerra, pero no para el insomnio. Tenemos conservas para un mes, pero no herramientas emocionales para una semana de desajuste.
Y ojo, no me malinterpretes: tener un kit básico por si acaso no es mala idea. Pero a veces siento que la ansiedad colectiva nos empuja a ocuparnos de todo menos de lo esencial: nosotros mismos.
Para mí, el verdadero kit de supervivencia de esta semana es mucho más simple y profundo:
Una siesta sin culpa.
Un paseo largo al sol para que la melatonina se entere de qué hora es.
Menos pantallas antes de dormir.
Y sobre todo: ser amable conmigo mismo mientras mi cuerpo se adapta.
Porque en esta carrera moderna de haz más, corre más, prepárate más, a veces olvidamos que lo más revolucionario que podemos hacer es simplemente escucharnos.
Lo curioso es que, en medio de esta semana extraña en la que camino como zombi, el alma se me ha despertado. He tenido más conversaciones reales, más silencios intencionados, más conciencia de lo frágil que es nuestro equilibrio. Y eso, por extraño que suene, me hace bien.
Como dijo Carl Jung: “No soy lo que me sucedió. Soy lo que elegí ser.” Y yo elijo ser alguien que, aunque esté descompensado por el reloj, se permite encontrar belleza en el caos.
Así que si tú también estás sintiendo este jetlag sin aeropuerto, si te sientes un poco raro, un poco fuera de ti… no estás solo. No es solo la hora. Es el mundo entero que a veces va más rápido que nuestro corazón.
Y quizás —solo quizás— la mejor forma de resistir no sea acumular latas y linternas, sino cuidar el cuerpo, darle tiempo, y decirle: “Tranquilo, ya nos pondremos en hora. Pero a nuestro ritmo.”
Nos vemos en la nueva hora. O en la de siempre. La que importa. La nuestra.


Aprendizaje
Conoce conceptos complejos de manera sencilla.
CONTACTO
Blog
contacto@mundoparadummies.com
MundoParaDummies© 2022. All rights reserved.